¿Cómo desarrollar y fortalecer la ética en sus hijos?
Psic. José Gregorio Liendo R.
Cuando
apreciamos las características de la época que nos ha tocado vivir, nos
encontramos con dos situaciones que denotan una gran contradicción. Por un lado
y sin lugar a dudas observamos una sociedad llena de grandes logros en los
ámbitos de las comunicaciones, el avance de la ciencia y de la tecnología y
frente a múltiples descubrimientos y avances en diferentes áreas del quehacer
humano que han demostrado un aporte valioso para la humanidad. Por el otro
lado, distinguimos un lado sombrío en el que abundan los conflictos familiares,
la violencia, el maltrato, el uso de sustancias prohibidas, el irrespeto a la
persona humana y su dignidad, el abuso en sus múltiples formas; conflictos
todos que, repercuten no sólo en el plano de lo individual sino de lo social y
nacional. Pareciera como que si lo que logramos en las áreas científicas y
tecnológicas no han podido impactar la vida ética de las personas y no han
tenido la capacidad para transformar la forma de relacionarnos y vivir.
Al buscar
soluciones a los problemas propuestos, mucho de los estudiosos de la sociedad
coinciden en señalar que al parecer la raíz del problema es ético, tenemos una
gran carencia de valores y pareciera como que si las pautas del comportamiento
individual y social no están claras. Además al parecer la familia que sigue
siendo la columna vertebral del crecimiento humano y del desarrollo moral del
individuo ha delegado sus deberes mayoritariamente a la educación formal y a
los medios de comunicación que, cada vez ocupan mayores espacios en la sociedad
siendo agentes de socialización para los niños de manera negativa. Aunque la
solución a este problema ético podría tratarse desde distintas dimensiones y
considerando los diferentes sistemas ó entornos, en esta reflexión buscaré
señalar algunas pautas que puedan ayudar al sistema familiar, en especifico a
los padres en su función de educar y de fortalecer la formación ética sobre
todo de sus hijos en su interrelación con ellos.
Etimológicamente
la palabra ética proviene de dos palabras griegas, ambas al ser traducidas al
español se transcriben formando la palabra ethos, que en sí, señala tres
significados: un significado está referido a “Habito o costumbre”, otro se
refiere al lugar habitual en el que se vive y en tercer lugar al carácter
habitual de la persona. En resumen, la palabra ética está referida
etimológicamente a los hábitos, a la forma como las personas se comportan de
manera habitual y al desarrollo del carácter, que para algunos se relaciona con
la forma como la persona toma decisiones morales. En relación a la ética como
disciplina filosófica el Dr. Yegres (2007) ha señalado que la ética se ocupa de
estudiar la dimensión humana que configura la moral sobre la base de lo que es
bueno o es malo. En el mismo orden de ideas, Escobar (1998) explica que la
ética es la disciplina filosófica que estudia el comportamiento moral del
hombre en sociedad. En este sentido, Yegres (2007) aclara, que la ética no se
encarga de elaborar códigos o preceptos a ser cumplidos por los hombres, esa
función es de los hombres que elaboran las leyes; La función primordial de la
ética es reflexionar acerca de la validez de las acciones morales, con el fin
de orientar nuestras acciones hacia lo moralmente bueno. Aplicando estos
conceptos a la labor de los padres pudiéramos decir que la formación ética que
los padres deben proveer a los hijos está encaminada a orientarles; dirigirlos
a conocer y reflexionar en el conocimiento de los valores; identificar las
acciones que contribuirán a su bienestar y al de los demás; ayudarles a mejorar
sus relaciones consigo mismo y con los demás; así como a modelar su carácter en
el sentido de ayudarles a tomar decisiones que estén de acuerdo a principios y
valores que busquen lo bueno, lo sano, lo agradable, lo beneficioso.
La forma
que he encontrado más sencilla para formar la ética en los niños la da el Dr.
Robert Coles (1999) de la Universidad de Harvard quien señala, que la educación
moral y el desarrollo de lo que él ha denominado inteligencia moral está
relacionada con el principio práctico de vivir la regla de oro, señalada por
Jesús de Nazaret, quien dijo: “Hazle a los demás lo que tú quieres que ellos te
hagan a ti”, en palabras de Coles (1999)
“.. una y otra vez surgió la Regla de Oro, el ideal bíblico: la empatía
en la práctica diaria, en nuestros encuentros con esos “otros” cuya función es
ayudarnos a definir nuestra propia vida moral y nuestros valores, en la medida
en que éstos se ponen a prueba al enfrentarse a las vulnerabilidades ajenas.
Pero ¿Qué pasa con un niño que tiene poco ó ninguna comprensión de la Regla de
Oro y que, por el contrario ha adoptado otra regla preventiva cuya esencia dice
”Piensa siempre en ti mismo y que los otros se las arreglen como puedan? “
pp35. Resulta pues, esencial educar a los niños y formarlos en la práctica de
la empatía moral, es decir de la regla de oro, de aprender a actuar a favor de
los demás y no sólo de sí mismo.
A
continuación, ME PROPONGO señalan tres (3) principios que resultan esenciales para la
formación ética y el desarrollo del carácter de nuestros hijos:
1.- El
primer principio esencial para desarrollar el carácter y la ética de nuestros
hijos tiene que ver con el ejemplo. La demostración más visible de lo que debe
ser la conducta moral adecuada de una persona la verán los niños y niños en
nuestras acciones y en nuestras relaciones con ellos mismos y con las demás
personas, empezando con nuestro vinculo con nuestra propia pareja (hombre o mujer)
y luego en nuestras relaciones con ellos mismos. Aunque podemos aprender mucho
de las enseñanzas académicas, de lo provisto en la escuela, de los medios de
comunicación, de la iglesia lo que más quedará en el corazón de nuestros hijos
son nuestras actitudes cotidianas ante las circunstancias. Cuántas veces hemos
escuchado a un niño decir: “mi papá dice una cosa, pero hace otra”. Sin lugar a dudas, que está característica
representa un reto para nosotros los padres, no se trata de que seamos perfectos
pero si, de que no prometamos lo que no vamos a cumplir, de que nos esforcemos
por cumplir nuestras palabras, de proveerles a nuestros hijos un modelo y un
ejemplo el cual seguir, de esforzarnos en ser lo que podemos ser para que luego
ellos se esfuercen en ser lo que ellos puedan ser, de aprender a reconocer
nuestros errores para que ellos adquieran la misma capacidad entre otras. Se
requiere pues la práctica de lo que creemos que es bueno, correcto, adecuado ó
sano y no solamente el concepto.
2.- El segundo
principio, ha sido desarrollado más ampliamente por el Dr. Coles (1999) es el
denominado reciprocidad moral, en sus palabras: “un bebé aprende a amar al
mismo tiempo que es amado, a recompensar con esfuerzo a los que se han
esforzado por él, a aceptar y complacer a los que lo han aceptado y
complacido”. En otras palabras, la capacidad del niño de valorar, respetar,
atender y amar nacen en la posibilidad de que él sea el objeto de estas
actitudes hacia él. Esto puede ocurrir aun antes del que un niño pueda nacer ya
que las semillas del amor y de la confianza en el niño se siembra con las
actitudes de amor y preocupación que tienen la madre y el padre con su hijo aun
desde la época del embarazo que se debe manifestar con el cuidado que pueden
tener con el ser que va a nacer. Es necesario que los padres no solo sean el
ejemplo a seguir sino que actúen a favor de sus hijos demostrando su amor y
preocupación con acciones claras, entendiendo que ser padres no debe incluir
solamente la provisión económica sino la provisión afectiva, moral, social y
espiritual.
3.- El
tercer principio está referido al aprendizaje de los límites y a la posibilidad
de combinar el no con el sí. Así como los padres deben esforzarse en actuar a
favor de sus hijos siendo ejemplos y actuando a favor de ellos, los hijos deben
aprender que sus padres son personas y que ellos no son los sirvientes de
ellos. Los padres también necesitan su tiempo, tienen obligaciones y se les
debe respeto. Hay conductas que los padres deben corregir en sus hijos y los
niños deben aprender el significado de la palabra no. Se debe clarificar que no
significa no, y que no, no significa nunca sino que en este momento no se
puede. Igualmente aunque en ocasiones no se pueden hacer ó tener algunas cosas
podemos negociar y darnos cuenta que hay otras cosas que si se pueden hacer. Es
importante que los padres se esfuercen en aprender a establecer límites claros
en sus hijos evitando el maltrato, así como la frustración de sus hijos y la
anulación de sus posibilidades.
La mejor
manera es ir aprendiendo a ensenar que las conductas negativas tienen
consecuencias naturales y lógicas que debemos evitar. Así como que las
conductas buenas traen consecuencias positivas. Debemos evitar en convertirnos
solamente en padres complacientes que están a la orden de cualquier capricho de
los niños, lo que reforzará su narcisismo y les hará pensar que todos les
tendrán que servir porque simplemente ellos se lo merecen. Así como evitar
convertirnos en padres distantes y exigentes que generarán en los niños una
incapacidad para confiar en ellos mismos, en la posibilidad de salir adelante
en la vida y en alcanzar sus logros. Sobre la educación del carácter, Quintana
(1964) señala “lo que debo hacer es reforzar sus facetas ventajosas y corregir
sus defectos. En esto, y no en otra cosa, consiste precisamente educar mi
carácter”. En otras palabras ayudar a los niños a desarrollar sus habilidades e
invitarles a trabajar en sus debilidades es parte de esta tarea, manteniendo
nosotros como padres los limites que les ayuden en pro de ese propósito que es
llegar a ser lo que puedan ser y fortalecer la capacidad de autocontrol y
autodirección que deben tener en sus propias vidas.
Existen
muchos otros aspectos que nos pudieran ayudar al fortalecimiento y desarrollo
de la ética de nuestros hijos, por razones de espacio consideramos tres
aspectos que como hemos dicho están relacionados con el fortalecimiento del
carácter, que en sí se relaciona con fortalecer el autocontrol y la voluntad
propia de nuestros hijos iluminando sus mentes y sentidos para que puedan
elegir lo más adecuado, lo más sano, lo bueno y lo mejor y para eso requerimos
desarrollar su voluntad y el dominio de sí mismos.
Seamos pues
ejemplos, practiquemos con ellos la reciprocidad moral y aventuremonos en
aprender cómo establecer límites y la posibilidad de combinar el no con el sí.
Bibliografía
consultada.
Coles,
Robert (1999). La inteligencia moral de los niños. Grupo Editorial Norma:
España.
Quintana,
José Maria (1964). El carácter. Editorial Baga: Barcelona, España.
Vine, W.E.
(1999). Diccionario Expositivo de palabras griegas. Editorial Caribe: EEUU
Yegres
Mago, Alberto (2007). Ética, Política y Educación. Imprenta Gerardo Toro del
IPC: Caracas, Venezuela.
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